Ciencias 3, Química.
¿Qué es el amor? Respuestas
desde la química
Ignacio
Camacho-Arroyo
Quizá
es el tema más constante en la literatura, el cine y el arte en general, y el
sentimiento más deseado en nuestras vidas. Todos alguna vez lo hemos sentido,
gozado y sufrido pero ¿cómo lo entiende la ciencia?
Desde el punto de vista biológico, podemos
distinguir básicamente dos tipos de amor: el amor de pareja o romántico y el
amor filial (maternal o paternal). Ambos son fundamentales para la
supervivencia de nuestra especie, ya que el primero en términos generales lleva
a la reproducción, mientras que el segundo permite que las crías reciban los
cuidados adecuados para su desarrollo. Recordemos que en la especie humana (así
como en los otros primates), las crías requieren de los cuidados de la madre o
el padre por un tiempo considerable. Se ha establecido además que el amor de
pareja genera seguridad y confianza, lo que asegura protección en situaciones
cambiantes en el entorno. Así, el significado biológico del amor se encuentra en
la perpetuación y supervivencia de nuestra especie.
Mariposas en el estómago
La primera fase de una relación amorosa es el
enamoramiento, el cual es transitorio, dominado por procesos de atracción y que
inicia por la percepción y el consecuente placer producido por la estimulación
de nuestros sentidos. Antiguamente el estímulo más importante (quizá lo siga
siendo) en una relación amorosa, y que generó por mucho tiempo la frase
"amor a primera vista", era justamente la vista, dada la importancia
que ha adquirido para nosotros este sentido a lo largo de la evolución, sin
hacer menos la estimulación del oído, el olfato, el gusto y el tacto. Sin
embargo, en estos tiempos modernos los avances en la comunicación han hecho que
muchas veces el primer contacto entre dos personas sea virtual, a través del
correo electrónico o las redes sociales, y que sin tener una estimulación
olfativa, auditiva o incluso visual se pueda desencadenar el enamoramiento.
Durante el enamoramiento ocurren cambios
fisiológicos impresionantes en nuestro organismo. Se modifica la producción de
hormonas (mensajeros químicos secretados por una glándula y con efectos
distintos sobre la mente y el cuerpo), cambia de manera notable nuestro estado
de ánimo e incluso se llega a tener una percepción diferente de la realidad.
Se ha encontrado que en los primeros meses de
enamoramiento hay un aumento en los niveles de cortisol, una hormona esteroide
relacionada con el estrés. Además, en el hombre disminuye la producción de
testosterona, una hormona sexual que es más abundante en el hombre que en la
mujer, mientras que en la mujer aumenta, lo cual hace que el hombre modifique
un poco su conducta y se muestre más tranquilo, mientras que la mujer puede
estar más alerta o incluso agresiva.
Se sabe que los enamorados presentan estados de
ansiedad y estrés moderados que se manifiestan a través de un aumento en la
sudoración, la presión arterial, el ritmo cardiaco y en los movimientos
peristálticos intestinales (las famosas "mariposas en el estómago").
Mientras estos cambios fisiológicos sean moderados, el enamoramiento es
benéfico para la salud: es un estado muy motivador, inspirador y reconfortante
que mantiene a la gente alerta y optimista. Se sabe que a la larga, después de
esta etapa incierta que es el enamoramiento, el amor reduce el estrés.
¿Con todo mi corazón?
A pesar de lo romántico que suena decir o que nos
digan "te amo con todo mi corazón", todos nuestros pensamientos,
sentimientos y sueños provienen de la actividad cerebral. Existe en nuestro
cerebro un sistema de comunicación, conformado por diferentes estructuras
interconectadas, que se conoce como sistema límbico, y es el que permite
experimentar toda la gama de emociones que se presentan en nuestra vida.
Se sabe que existen algunas regiones cerebrales que
están involucradas tanto en el amor maternal como en el amor de pareja. De
hecho, se ha propuesto que ambos tienen orígenes evolutivos similares y se
manifiestan a través de mecanismos celulares análogos. Así, en experimentos en
donde se realizan análisis de imágenes del cerebro mediante técnicas como la
resonancia magnética funcional, se ha visto que la presentación de fotografías
de un hijo a una madre o del ser amado a la pareja enamorada, activa regiones
similares del sistema límbico, aunque hay otras estructuras exclusivas para
cada tipo de amor. Por ejemplo, las estructuras relacionadas con el deseo
sexual, como el hipotálamo (región cerebral encargada de muchas funciones,
entre ellas la conducta sexual), sólo se activan en el caso del amor de pareja.
En sujetos muy enamorados, la presentación de fotografías
de la persona amada activa regiones del cerebro relacionadas con emociones
positivas, que causan bienestar, como la ínsula. Al mismo tiempo se inactivan
otras regiones cerebrales, como la amígdala y la corteza cerebral frontal y
prefrontal, que se asocian al miedo, la tristeza y al establecimiento de un
juicio crítico de la conducta y las intenciones de las otras personas. Esto
parece relacionarse con el hecho de que cuando estamos enamorados todo o casi
todo nos parece ideal en nuestra pareja; podemos entonces entender por qué se
dice que "el amor es ciego".
Las moléculas del amor
Dada la gama de sensaciones que involucra el
fenómeno del amor, no cabe pensar que exista "la molécula del amor";
sin embargo, sí hay sustancias íntimamente ligadas a los estados emocionales
que se presentan en el amor romántico y en la conducta maternal, además de ser
fundamentales en el establecimiento de los lazos afectivos entre los
individuos. Estas sustancias son algunas hormonas como la vasopresina y la
oxitocina, neurotransmisores (moléculas encargadas de la comunicación entre las
neuronas) como la dopamina y la serotonina, y los opiáceos endógenos
—moléculas producidas en nuestro cerebro relacionadas con las sensaciones de
placer y la disminución del dolor— como las endorfinas y las encefalinas.
En varias especies de mamíferos, incluido el ser
humano, se ha descubierto que la oxitocina se libera durante el trabajo de
parto y la lactancia, lo cual es importante para el establecimiento de la
relación madre-hijo. La administración intracerebral de oxitocina a ovejas
hembra las induce a cuidar crías ajenas y tener conducta maternal. También se
ha encontrado que durante el coito hay un incremento en la secreción de
oxitocina y vasopresina, lo cual afianza el vínculo entre las parejas. En
ratones de pradera se ha demostrado que la vasopresina estimula la conducta
paternal, el mantenimiento de los lazos entre las parejas y las conductas
monógamas.
En el caso de la serotonina, la dopamina y las
encefalinas, se sabe que participan en la generación y reforzamiento de muchas
de las emociones que se presentan durante las relaciones amorosas a través de
su acción en las estructuras cerebrales relacionadas con el placer y las
sensaciones de recompensa. Es necesario también recordar que la oxitocina, la
vasopresina y demás moléculas mencionadas, participan en la regulación de
muchas funciones y no solamente en el mantenimiento de los lazos sentimentales,
por lo que su administración puede llegar a tener efectos colaterales importantes
en nuestro organismo.
Desde algunos años se han comercializado perfumes
que contienen oxitocina o feromonas sintéticas, ya sea masculinas o femeninas,
que supuestamente pueden atraer al sexo opuesto. Las feromonas son sustancias
volátiles que producimos en glándulas de la piel, como las sudoríparas, y que
estimulan el sistema olfativo. Aunque estas moléculas activan una región en la
nariz llamada órgano vomeronasal y en condiciones de laboratorio se ha
encontrado que producen diferentes respuestas fisiológicas en el ser humano
—entre ellas cambios en la respiración, en la frecuencia cardiaca y en los
niveles de hormonas como las gonadotropinas y la testosterona—, se desconoce si
tienen efectos fuera del ámbito experimental y obviamente no estarían específicamente
dirigidas hacia alguna persona en particular, de manera que si nos llenamos de
estas feromonas podríamos correr el riesgo de atraer a la persona equivocada.
Dadas las diferentes sensaciones de placer que provoca el amor —que incluso
pueden generar ciertas conductas adictivas—, cuando sufrimos alguna decepción o
"terminan" con nosotros, se produce una ausencia de todas estas
sensaciones positivas, placenteras y reconfortantes, lo que nos lleva al
"mal de amores": nuestra salud se deteriora debido a un estrés
crónico; hay confusión y se pueden alcanzar estados significativos de
depresión. Si esto llegara a ocurrir, se requerirá asistencia psicológica o
psiquiátrica y en casos graves el uso de fármacos antidepresivos, muchos de los
cuales aumentan los niveles de serotonina. Aunque según los expertos en amores,
el mejor remedio ante una ruptura es pasar por un periodo de duelo por la
pérdida del ser querido y después… enamorarse de nuevo.
Para siempre… o no
Una de las preguntas más recurrentes y todavía sin
respuesta, es cuánto dura el amor y si éste puede ser para siempre. Diversos
grupos de psicólogos y psiquiatras han especulado que el enamoramiento dura
unos cuantos meses y después se pasa a un estado más consciente y crítico de la
realidad, en el cual se empiezan a valorar las distintas características de la
pareja; es entonces cuando en teoría podemos definir si la relación que tenemos
es realmente confiable, placentera y reconfortante.
El tiempo en que se pasa de una etapa a otra y en
el que se mantiene la segunda, que es lo más difícil, depende de muchos
factores; entre ellos se han destacado los procesos de memoria y aprendizaje y
la adaptación de nuestros sistemas sensoriales. Se ha propuesto que en una
relación que recién inicia, hay una gran cantidad de estímulos y situaciones
novedosas que causan en la otra persona interés, placer y una buena dosis de
aprendizaje. Pero después de cierto tiempo, los estímulos dejan de ser
novedosos, el aprendizaje disminuye y se establecen pautas conductuales rutinarias
que ya no despiertan el interés y la motivación iniciales. Por lo anterior, se
dice que el secreto está en variar las actividades y conductas que se presentan
en una relación de pareja.
Muchas veces una relación amorosa conduce al
matrimonio y a la vida compartida, en la que nuevamente hay situaciones que
generan procesos de aprendizaje. Cuando estos procesos están por agotarse, a
menudo sobreviene el nacimiento de los hijos, lo que posiblemente provoca los
cambios más dramáticos y permanentes en términos conductuales y de aprendizaje
en la vida de un adulto. Sin embargo, en general, después de algunos años se
llega a situaciones en las que ya no hay placer ni aprendizaje en la relación
de pareja; por ello se ha dicho que si hay interés de ambas partes, cualquier
relación amorosa se debe alimentar y reinventar constantemente. En los últimos
años varios grupos de psicólogos han descubierto que entre los ingredientes que
dan mayor solidez a una relación de pareja por un tiempo considerable son la
comunicación, el compromiso, la confianza, la intimidad y la celebración de los
momentos importantes para uno de los miembros de la misma, más que el apoyo en
situaciones desfavorables. De manera que si quieres permanecer con tu pareja,
no dudes en festejar con ella los momentos felices.
Conocimiento integral
Dada la importancia del amor tanto maternal o
paternal como el de pareja o romántico en la perpetuación y el mantenimiento de
los seres humanos y en los diferentes ámbitos de nuestra vida (por ejemplo, se
sabe que los trabajadores que tienen una relación amorosa satisfactoria tienen
un mejor rendimiento laboral), resulta imprescindible un acercamiento
científico a este fenómeno desde distintas áreas del conocimiento. Esto nos
permitirá no solo conocer de manera integral los procesos que experimentamos
cuando amamos, nos aman, dejamos de amar o ya no somos amados, sino conocer más
acerca de cada uno de los componentes del amor, su importancia evolutiva, las
regiones cerebrales y mensajeros químicos que participan en el mismo, la forma
en que el cerebro organiza el despliegue de muy diversas conductas y los
mecanismos moleculares que llevan a que se experimenten las distintas
emociones.
Tomado revista ¿como ves? El Dr. Ignacio Camacho-Arroyo es investigador de la
Facultad de Química de la UNAM en el área de neuroendocrinología.
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